lunes, 8 de junio de 2020

Una buena reputación vale más que un buen perfume


Eclesiastés 7:1-14

Una buena reputación vale más que un buen perfume: el día de la muerte pasa pues antes que el del nacimiento.

Anda a la casa que está de duelo más que a la que está de fiesta: verás el fin de todo hombre, y al que vive le da para pensar. Más vale el pesar que la risa: la tristeza en el rostro promete un mejor corazón. La casa en duelo da para pensar a los sabios, los tontos no piensan más que en la casa alegre.

Más vale escuchar la reprensión de un sabio que la canción de los tontos; la risa del tonto es como el crepitar de zarzas que arden bajo la marmita. Esta es una cosa desconcertante: la corrupción pervierte incluso al sabio; los regalos ahogan la conciencia.

Terminar una obra vale más que comenzarla: lo que cuenta es la perseverancia, y no la pretensión.

No dejes que tu espíritu ceda a la cólera: la cólera se siente a gusto en el tonto.

No digas: «¿Cómo serían los tiempos antiguos? Ciertamente mejores que los de ahora.» Pues no es la sabiduría la que te hace formular esa pregunta.

La sabiduría es útil para el que tiene tierras: ¡cuánto más para los que ven el sol! La sabiduría es una protección como lo es el dinero; pero la ventaja del saber es que la sabiduría da la vida a los que la poseen.

Contempla la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él ha curvado? En los días felices disfruta de la felicidad, y en el día de la desgracia, abre los ojos: Dios los ha dispuesto a ambos de tal manera que nadie pueda saber cuál será su fin.


CUARTO DOMINGO DE PASCUA

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