27 de febrero de 2022.
Lecturas: Deuteronomio 34:1–12. Hebreos 3:1–6. Lucas 9:28–36
La gloria de Dios se manifiesta en el Cuerpo de Cristo
“Moisés era fiel en toda la casa de Dios como siervo”, pero Cristo Jesús “ha sido tenido por digno de mayor gloria que Moisés” (Heb. 3:3, 5). Hijo amado y agradable, fiel hasta la muerte, el propio cuerpo de Jesús resucitó al tercer día como casa de Dios, y Él nos ha introducido en esa casa a través de las aguas del Santo Bautismo (Heb. 3:6).
Por lo tanto, no fue Moisés, el legislador, sino su sucesor, Josué (el nombre hebreo de Jesús), quien condujo al pueblo a la Tierra Prometida (Deut. 34:1–4, 9). Ahora, en el Monte de la Transfiguración, el Josué del Nuevo Testamento aparece en la gloria que está a punto de manifestar con Su “partida” (éxodo) en Jerusalén (Lucas 9:31).Habiendo entrado en las aguas del Jordán en Su Bautismo, pasó por esas aguas y entró en la gloria por Su cruz y Pasión. Lo que Él realizó en Su propia carne y sangre, crucificado y resucitado, Él lo revela y lo da a Su Cuerpo, la Iglesia, por medio de Su Palabra. Por eso, el Padre declara desde el cielo: “¡Escuchadlo!” (Lucas 9:35).
https://www.lcms.org/worship/lectionary-summaries