16 de Enero de 2022.
Lecturas: Isaías 62:1–5. 1 Corintios 12:1–11. Juan 2:1–11
La gloria divina se manifiesta en los signos de Cristo
Cuando Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná, fue “la primera de sus señales” mediante la cual “manifestó su gloria” (Juan 2:11). Señalaba Su “hora” venidera, cuando fue levantado en la cruz para el perdón de los pecados y la vida del mundo (Juan 2:4; 12:23–32).
La gloria de la cruz es incomprensible sin la Palabra y el Espíritu de Dios, pero los discípulos de Jesús reconocen esa gloria en los signos de Su Evangelio, y por eso creen en Él. Jesús no espera a que sus discípulos lo descubran por sí mismos, sino que busca a los desamparados y desolados y los une a sí mismo. Él los adorna con Su propia justicia hermosa y se deleita en ellos “como el gozo del novio por la novia” (Is. 62:4–5).
Purificados por el lavamiento del agua con su Palabra en el Santo Bautismo, sus discípulos confiesan que “Jesús es el Señor”, y le dan gracias “en el Espíritu Santo” (1 Co 12, 3) mientras beben el buen vino que Él derrama por ellos, que es el nuevo testamento en Su sangre.
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