4 de septiembre de 2022
Lecturas: Deuteronomio 30:15–20. Filemón 1–21. Lucas 14:25–35
Cristo Jesús ha pagado el costo del discipulado por nosotros.
Un discípulo de Jesucristo “llevará su propia cruz” (Lucas 14:27) y seguirá al Señor a través de la muerte a la vida. El discipulado es costoso porque crucifica al hombre viejo con “todo lo que tiene” (Lucas 14:33), para resucitar al hombre nuevo en Cristo.
El discípulo niega “su propio padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, e incluso su propia vida” (Lucas 14:26), en deferencia a Cristo. Ese camino de la cruz es imposible, excepto que Cristo Jesús ya ha pagado el costo. Su cruz está puesta ante ti como “la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deut. 30:15).
Tomar Su cruz es “elegir la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y aferrándote a él” (Deuteronomio 30:19–20). Vivir esa vida en Cristo es también llevar Su cruz en amor, “para que vuestra bondad no sea por la fuerza, sino por vuestra voluntad” (Filemón 14).
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