30 de julio de 2023
Lecturas: Deuteronomio 7:6–9. Romanos 8:28–39. Mateo 13:44–52
El Hijo de Dios nos ha redimido para sí mismo con su santa y preciosa sangre
El Señor nuestro Dios nos ha escogido para que seamos “su tesoro”, no porque tengamos ninguna fuerza, sino únicamente “porque el Señor nos ama” (Deuteronomio 7:6–8). Él es fiel y “mantiene el pacto y la misericordia con los que le aman y guardan sus mandamientos” (Deuteronomio 7:9). Él nos ha buscado y nos ha encontrado en el amor, y nos ha otorgado “gran valor” por el gran precio que pagó en la cruz (Mat. 13:45–46).
En Su alegría, Él nos ha redimido por Su cruz y nos ha reunido en Su reino por el Evangelio. Ahora estamos "escondidos en un campo", cubiertos por la cruz y sujetos a la persecución del mundo (Mateo 13:44), no para destrucción, sino "para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo" (Romanos 8:29).
Ya que somos “llamados conforme a su propósito” (Rom. 8:28), y porque Cristo Jesús murió, resucitó y vive para interceder por nosotros “a la diestra de Dios” (Rom. 8:34), hay nada en toda la creación que nos pueda separar del “amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:39).
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