sábado, 26 de agosto de 2023

DECIMOTERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

27 de agosto de 2023
Lecturas: Isaías 51:1–6. Romanos 11:33—12:8. Mateo 16:13–20

El Señor Jesucristo es el Hijo del Dios vivo

    Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15). También se nos plantea la pregunta: ¿Quién decís que es Él? La carne y la sangre no nos revelan esto, pero por el ministerio del Evangelio, el Padre que está en el cielo nos revela en la tierra a su Hijo, que se hizo carne y sufrió la muerte por nuestra salvación. 

    Por lo tanto, creemos y confesamos que Él es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Al morir por nuestras transgresiones y resucitar para nuestra justificación, nos libera de todos nuestros pecados y preserva nuestra vida dentro de Su Iglesia, contra la cual ni siquiera “las puertas del infierno prevalecerán” (Mateo 16:18-19). Su salvación es para siempre, y su justicia “nunca desmayará” (Isaías 51:6). 

    Él nos consuela con el Evangelio en Su Iglesia, para que “se encuentre en ella gozo y alegría, acción de gracias y voz de cántico” (Is. 51:3). Por lo tanto, “según la medida de fe que Dios nos ha asignado” (Rom. 12:3), también nos ofrecemos a nosotros mismos “como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Rom. 12:1) por medio de Jesucristo, nuestro Caballero.


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