sábado, 9 de septiembre de 2023

DECIMOQUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 de septiembre de 202
Lecturas: Ezequiel 33:7–9. Romanos 13:1–10.Mateo 18:1–20

Vivir como pequeños hijos humildes del Padre

    La verdadera grandeza no es una fuerza autosuficiente, sino una humildad como la de un niño pequeño. La grandeza de la fe infantil recibe todas las cosas buenas como regalos misericordiosos de nuestro Padre celestial. Sin esa fe, “nunca entraréis en el reino de los cielos”, pero quien sea humillado como un niño pequeño será “el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3-4). 

    Aunque en nuestro pecado merecemos ser “ahogados en lo profundo del mar” (Mateo 18:6), en cambio hemos sido ahogados (“sepultados”) con Cristo en el bautismo y luego resucitados a la vida nueva y humilde de un hijo de Dios. El Señor envía a Su atalaya para advertirnos con una palabra de Su boca, a fin de que no muramos en nuestra iniquidad, sino que seamos apartados de nuestro orgullo y egoísmo para vivir (Ezequiel 33:7-9).

    Así, vivimos en humildad y fe ante Dios, así como en amor al prójimo, que “es el cumplimiento de la ley” (Rom. 13:10). En el temor reverente de Dios, no hacemos daño a nuestro prójimo, sino que “pagamos a todos lo que se les debe” (Ro. 13:7) y “a nadie debemos nada, excepto el amarnos unos a otros” (Ro. 13:8).



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