18 de febrero de 2024.
Lecturas: Génesis 22:1–18. Santiago 1:12–18, Marcos 1:9–15
Cristo Jesús vence nuestra tentación y nos salva por su fidelidad.
En fe y temor de Dios, Abraham se preparó para sacrificar a su amado hijo, Isaac. Ante la Palabra del Señor, “tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac su hijo”. Y “cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho”, Abraham ató a Isaac “y lo puso sobre el altar” (Gen. 22:6, 9). Entonces Dios detuvo la mano de Abraham y se proveyó “para sí de un cordero para el holocausto” (Génesis 22:8).
Ese Cordero es el Hijo amado de Dios, Jesús, en quien son benditas “todas las naciones de la tierra” (Génesis 22:18). Como Sustituto de todos los hijos de los hombres, Jesús es impulsado por el Espíritu “al desierto” para ser “tentado por Satanás” (Marcos 1:12-13) a fin de soportar y vencer toda tentación. Somos tentados por nuestro propio deseo, que concibe y “engendra el pecado” (Santiago 1:14-15).
Pero este Hombre bendito, Cristo Jesús, permaneció “firme en la prueba” y recibió “la corona de la vida que Dios ha prometido a los que lo aman” (Santiago 1:12). Su fidelidad, su victoria y su vida ahora nos son dadas por su gracia en el Evangelio.
https://www.lcms.org/worship/lectionary-summaries
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