7 de julio de 2024.
Lecturas: Ezequiel 2:1–5 2 Corintios 12:1–10 Marcos 6:1–13
Los ministros de Cristo son enviados con su autoridad para perdonar pecados y dar vida
El profeta Ezequiel fue elevado por el Espíritu del Señor y enviado para hablar una Palabra impopular a la casa rebelde de Israel. Como profeta, no debía hablar su propia palabra, sino predicar la Ley y el Evangelio: "Así dice el Señor DIOS", ya sea que la gente "escuche o se niegue a escuchar" (Ezequiel 2:4–5).
De la misma manera, siguiendo los pasos de los profetas antes que Él, el Señor Jesús "andaba enseñando por las aldeas" (Marcos 6:6). En su pueblo natal, como en otros lugares, "muchos que le escuchaban quedaban asombrados", maravillados por su sabiduría y por las "grandes obras realizadas por sus manos", y sin embargo, "se escandalizaban de Él" (Marcos 6:2–3). El escándalo culmina en su cruz, que es, irónicamente, el corazón y centro de su "autoridad sobre los espíritus inmundos" (Marcos 6:7).
Es por esa autoridad de su cruz que aquellos a quienes envía predican el arrepentimiento, "echar fuera muchos demonios" y sanan a los enfermos (Marcos 6:12–13). Así, el apóstol Pablo se gloría en la cruz de Cristo y en sus propias debilidades, sabiendo que la gracia de Dios es suficiente y que el poder de Cristo "se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:8–9).
https://www.lcms.org/worship/lectionary-summaries

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