2 de febrero de 2025
Lecturas: 1 Samuel 1:21–28. Hebreos 2:14–18. Lucas 2:22–32 (33–40)
Dios da el don de un niño para destruir la muerte.
El Señor abrió el vientre estéril de Ana y le dio el don del hijo por el que oró, y en respuesta agradecida presentó y entregó al niño, Samuel, al servicio del Señor. "Mientras vive, es prestado al SEÑOR" (1 Samuel 1:28).
Así también María y José presentaron al Niño prometido de la caída, nacido del vientre de una virgen. La verdadera ofrenda no eran las tórtolas ni los pichones. Era el Niño que llevaban en su vientre. Este Niño ha venido a "destruir al que tiene el imperio de la muerte, es decir, al diablo, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sujetos a esclavitud de por vida" (Hebreos 2:14b-15).
Liberados por su advenimiento en nuestra carne y la promesa de lo que haría "en el servicio de Dios, para hacer propiciación por los pecados del pueblo" (Hebreos 2:17b), Simeón y Ana se regocijaron. Nosotros también nos regocijamos, porque nosotros también podemos enfrentar la muerte sin miedo y "partir en paz" (Lucas 2:29) cuando llegue nuestro momento.

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