9 de febrero de 2025
Lecturas: Isaías 6:1–8 (9–13). 1 Corintios 14:12b–20. Lucas 5:1–11
Jesús consuela a su pueblo y edifica su Iglesia mediante el ministerio de su evangelio.
Cuando Isaías "vio al Señor sentado en un trono alto y sublime", se sintió abrumado por la conciencia de su pecado y de sus "labios impuros" (Isaías 6:1, 5). Pero el Señor expió su pecado, quitó su culpa y santificó sus labios con "carbón encendido" del altar (Isaías 6:6-7). No solo fue rescatado de la muerte, sino que fue llamado y enviado como profeta de la Palabra del Señor (Isaías 6:8-9).
De manera similar, cuando Simón Pedro y sus compañeros "rodearon una gran cantidad de peces" en la palabra de Jesús, se humilló y dijo: "Apártate de mí, porque soy un hombre pecador" (Lucas 5:4-8). Pero Jesús consoló a Simón, lo llamó al discipulado y declaró que estaría "atrapando hombres" (Lucas 5:10-11).
Así que en la Oficina del Ministerio, la Iglesia sigue siendo la pequeña barca desde la cual Jesús enseña a Su pueblo (Lucas 5:3). Así somos instruidos en la fe, de modo que decimos "Amén" y devolvemos las gracias con el corazón, la mente, la lengua y la vida. Porque la predicación de Cristo Jesús es una manifestación del Espíritu Santo, por medio del cual edifica Su Iglesia en la tierra (1 Corintios 14:12-19).

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