14 de abril de 2024.
Lecturas: Hechos 3:11–21. 1 Juan 3:1–7. Lucas 24:36–49
La predicación del arrepentimiento y del perdón de los pecados nos hace puros.
El Señor Jesús resucitado enseñó a sus discípulos “que el Cristo padeciera y al tercer día resucitase de entre los muertos” y “que se proclamara en su nombre el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones” (Lucas 24:46–47).
Por eso, Pedro predica el arrepentimiento y el perdón al pueblo de Jerusalén. Al proclamar que Jesús cumplió todo lo que "Dios había predicho por boca de todos los profetas" (Hechos 3:18), también convence al pueblo de su pecado, porque "entregaron y negaron" a este Señor Jesús y "mataron al Autor de la vida”.
Sin embargo, Dios “glorificó a su siervo Jesús” y lo resucitó de entre los muertos (Hechos 3:13-15). San Pedro llama al pueblo al arrepentimiento, para que “sus pecados sean borrados, para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19-20).
A través de este perdón de pecados y por la fe en este perdón, el Padre muestra su amor por nosotros para que “seamos llamados hijos de Dios; y así somos” (1 Juan 3:1). Por lo tanto, esperamos en Él y somos purificados “como él es puro”, porque “apareció para quitar los pecados, y en él no hay pecado” (1 Juan 3:3, 5).
https://www.lcms.org/worship/lectionary-summaries
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