3 de abril de 2022.
Lecturas: Isaías 43:16–21. Filipenses 3:(4b–7) 8–14. Lucas 20:9–20
El Hijo amado de Dios nos ha redimido
Nuestra vida y obras separadas de Cristo, no importa cómo brillen a los ojos del mundo, en última instancia son basura y no tienen justicia. Más bien, en la escandalosa cruz de Jesús, encontramos nuestra justicia solo “por la fe en Cristo” (Filipenses 3:9).
Por tal fe, “lo conocemos a él y el poder de su resurrección” (Filipenses 3:10). Porque el mismo Dios que sacó a Israel de Egipto, ha hecho “algo nuevo” para nosotros en Cristo Jesús (Is. 43:19). Ha enviado a Su amado Hijo a Su viña para que los hombres pecadores lo maten y se convierta en “la piedra que desecharon los edificadores”.
Sin embargo, Aquel rechazado por los hombres “ha venido a ser la piedra angular” de Su Iglesia (Lucas 20:17). A través de las aguas del Santo Bautismo, Él nos proporciona el refrigerio diario en nuestra peregrinación terrena, “un camino en el desierto y ríos en la soledad” (Is. 43:19).
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