19 de febrero de 2023.
Lecturas: Éxodo 24:8–18. 2 Pedro 1:16–21. Mateo 17:1–9
Dios manifiesta su gloria en el cuerpo de Cristo Jesús, transfigurado por nosotros en su cruz
La Transfiguración confirma “la palabra profética… a la cual haréis bien en estar atentos como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro” (2 Pedro 1:19). La gloria divina de Jesús se manifiesta en la palabra de sus apóstoles, quienes fueron “testigos oculares de su majestad” (2 Pedro 1:16). “Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol” (Mateo 17:2).
Moisés y Elías presenciaron el cumplimiento del Antiguo Testamento en este Señor Jesús, y el Padre testificó acerca de Él: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 17:5). Por Su propia sangre, derramada en la cruz, Jesús hace y sella el nuevo pacto con nosotros.
Por lo tanto, “la apariencia de la gloria de Jehová” ya no es “como un fuego consumidor” (Ex. 24:17), sino que se revela en su gracia en Su propio cuerpo. Cuando “Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel” subieron a la montaña con Moisés y “miraron a Dios, y comieron y bebieron” (Ex. 24:9, 11), también nosotros contemplamos al Señor nuestro Dios en Cristo Jesús, y permanecemos con Él mientras comemos y bebemos Su cuerpo y sangre en el altar.
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