6° DOMINGO DESPUÉS DEL PENTECOSTÉS
4 de julio de 2021
Lecturas: Ezequiel 2: 1–5. 2 Corintios 12: 1–10. Marcos 6: 1-13
LOS MINISTROS DE CRISTO SON ENVIADOS CON SU AUTORIDAD PARA PERDONAR LOS PECADOS Y DAR VIDA
El profeta Ezequiel fue levantado por el Espíritu del Señor y enviado a hablar una Palabra impopular a la rebelde casa de Israel. Como profeta, no debía hablar su propia palabra, sino predicar la Ley y el Evangelio: “Así dice el Señor DIOS”, ya sea que el pueblo “oiga o no oiga” (Ezequiel 2: 4-5).
Así también, siguiendo los pasos de los profetas antes que Él, el Señor Jesús “andaba por las aldeas enseñando” (Marcos 6: 6). En Su ciudad natal, como en cualquier otro lugar, “muchos de los que lo oyeron quedaron asombrados”, maravillándose de Su sabiduría y de las “maravillas de sus manos”, y sin embargo, “se escandalizaron de él” (Marcos 6: 2-3).La ofensa culmina en Su cruz, que es, irónicamente, el corazón y centro de Su "autoridad sobre los espíritus inmundos" (Marcos 6: 7). Es por esa autoridad de Su cruz que aquellos a quienes Él envía predican el arrepentimiento, “echa fuera muchos demonios” y curan a los enfermos (Marcos 6: 12-13). Así, el apóstol Pablo se jacta en la cruz de Cristo y en sus propias debilidades, sabiendo que la gracia de Dios es suficiente y que el poder de Cristo “se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12: 8–9).
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