14 de noviembre de 2021
Lecturas: Daniel 12: 1-3. Hebreos 10: 11-25. Marcos 13: 1–13
El cuerpo crucificado y resucitado de Cristo Jesús es el verdadero templo de Dios
A pesar de sus “piedras maravillosas” y “grandes edificios”, el templo de Jerusalén sería derribado, sin dejar piedra sobre piedra, justo cuando este mundo actual y sus reinos llegarán a su fin (Marcos 13: 1–8). Pero ese templo apuntaba más allá de sí mismo a Cristo, a Su sacrificio en la cruz y a la resurrección de Su cuerpo como el verdadero Templo de Dios.
En medio del pecado y la muerte, mediante la proclamación del Evangelio, ahora reúne a los discípulos en su cuerpo, en el que “el que persevere hasta el fin, será salvo” (Marcos 13: 10-13). Porque Él es "un gran sacerdote sobre la casa de Dios", que "no se acordará más de sus pecados y de sus transgresiones". Por el agua pura de Su bautismo, "se acercan con un corazón sincero en plena certeza de fe", y por Su carne y sangre, entran al Lugar Santísimo (Heb. 10: 17-22).
Así es entregado su pueblo, "todo aquel cuyo nombre se encuentre escrito en el libro". Porque por la sabiduría de Su Evangelio, Él convierte a “muchos a la justicia”, de modo que “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra, despertarán” a la vida eterna (Dan. 12: 1-3).
https://www.lcms.org/worship/lectionary-summaries
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