8 de junio de 2025.
Lecturas: Génesis 11:1-9. Hechos 2:1-21. Juan 14:23-31
El Espíritu Santo da paz
Tras el diluvio, los descendientes de Noé no se expandieron ni llenaron la tierra como Dios había dicho. Más bien, se exaltaron a sí mismos; con “un solo idioma y las mismas palabras” (Gén. 11:1), hablaron con orgullo y arrogancia. El Señor los humilló confundiendo “el idioma de toda la tierra”, dividiendo y dispersando a la gente (Gén. 11:9).
Esa dispersión se revirtió el Día de Pentecostés (el quincuagésimo día de Pascua), cuando Dios hizo que el único Evangelio del Señor Jesucristo se predicara en una multitud de idiomas. “Al oír este estruendo, se juntó la multitud” (Hechos 2:6), pues la predicación de Cristo es la obra principal del Espíritu Santo, mediante la cual reúne a personas de todas las naciones en una sola Iglesia.
El Espíritu Santo enseña y nos recuerda las palabras de Jesús, que son las palabras del Padre que lo envió. Estas palabras otorgan perdón y paz a quienes las guardan y se aferran a ellas por amor a Jesús. “La paz les dejo, mi paz les doy. Yo no les doy como el mundo la da. No se turben ni tengan miedo” (Juan 14:27).

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