1 de noviembre de 2023
Lecturas: Apocalipsis 7:(2–8) 9–17. 1 Juan 3:1–3. Mateo 5:1–12
Los santos son benditos en la presencia eterna de Cristo
“Una gran multitud… de todas las tribus, pueblos y lenguas” clama: “La salvación es de nuestro Dios que está sentado en el trono” (Apocalipsis 7:9-10). Santos llenos de fe de todo lugar y tiempo con voces unificadas magnifican eternamente al Cordero de Dios. Como sus amados hijos, nosotros también “le veremos tal como es” (1 Juan 3:2). Unidos a la multitud de ángeles y una miríada de santos, “le serviremos día y noche en su templo” (Ap. 7:15).
En nuestra tensión terrena que oscila entre santo y pecador, fe y duda, sagrado y profano, buscamos fervientemente a Jesús para calmar nuestros miedos, consolar nuestro espíritu y perdonar nuestros pecados. El Espíritu Santo, a través de la fe en Cristo, nos impulsa hacia nuestro hogar eterno, fortificándonos en la Palabra y el Sacramento. En medio de nuestra lucha constante como creyentes, necesitamos ser bendecidos.
Y así lo somos. Los pobres de espíritu, los mansos, los hambrientos, los sedientos, los misericordiosos, los puros y los perseguidos son todos bienaventurados, y con toda seguridad heredaremos el reino de los cielos (Mateo 5:1-12).
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